Cicerón, el más elocuente de los oradores y
filósofos romanos, solía decir: “No nos es concedido tener una larga vida; en
consecuencia, hagamos algo aquí para demostrar que hemos vivido”.
La vida es una jornada que se extiende desde
la cuna hasta la tumba. Algunas hacen la travesía sin encontrar nada de
importancia, empujados hacia el final cual oveja en el centro del rebaño,
viviendo y muriendo sin haber contribuido en nada al progreso, sin haber hecho
nada que justifique un recuerdo.
Hay otros que no se dejan llevar por la
corriente indolente de la muchedumbre, sino que escogen rutas bien definidas que los llevan a metas de
éxito. Sus esfuerzos son recompensados desde luego por el respeto y
admiración de sus semejantes y por las
ventajas que ganan diariamente. Al morir, experimentan la satisfacción de saber
que su recuerdo perdurará, por la
contribución que han hecho al progreso de su familia, su patria y toda la
humanidad.
Una vida sin derrotero fijo es cual barca
sin timón que navega arrastrada por los caprichos del viento. ¡Aprovechemos la
vida para planear y completar obras meritorias que justifiquen nuestra existencia!.